Carolina Fernández del Pino Vidal
El lenguaje lo definió Sapir como el método exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada.
Es un sistema que una comunidad humana creó, aceptó y a lo largo de su andadura como grupo humano ha ido adaptando a su realidad cambiante. Es evidente que esta adaptación es necesaria para poder identificar, explicar y transmitir nuevas realidades o modificaciones a las antiguas.
Un lenguaje político… diseñado para
que las mentiras parezcan verdades
Por ejemplo la palabra “siesta”, del latín sexta, designaba la hora sexta, la tercera de las cuatro partes en que dividían los romanos el día y comprendía desde el mediodía hasta la media tarde. Luego pasó a significar el tiempo después del mediodía, en que aprieta más el calor, para después pasar a referirse al tiempo destinado a descansar después del mediodía. Hoy se llama siesta al sueño que se toma después de comer y al tiempo destinado para dormir o descansar, después de comer.
Y así una palabra destinada a referirse a un momento del día pasó a utilizarse para hacer referencia a lo que ocurre durante ese tiempo.
La adaptación de las palabras y el lenguaje a nuevas realidades es un hecho necesario y que ocurre casi sin que los usuarios se den cuenta. Normalmente son cambios evolutivos que se producen a lo largo de un periodo prolongado alejándose poco a poco, como la vida misma que reflejan, de su acepción original.