Francisco Melcón Beltrán
Las mejoras que la educación y el profesorado de la Comunidad de Madrid precisan no llegan. Los responsables políticos no las sitúan entre sus prioridades ni les confieren la importancia estratégica que deben tener para mantener una sociedad cohesionada, libre e igual. Por el contrario, la contienda política se traslada desgraciadamente al ámbito educativo, donde algunos sectores ideológicos y los nacionalismos periféricos llevan ventaja, al tener conciencia clara del papel estratégico de la educación.
La contienda política se traslada
desgraciadamente al ámbito educativo
Los nacionalistas sí han entendido el verdadero valor y potencial de la educación. En 2011, la consejera de Educación Irene Rigau decía: “El ejemplo más evidente es cómo catalanizamos el sistema educativo. Si Cataluña es como es, una nación sin estado, es gracias al hecho de que siempre ha creído en la escuela”. Así han podido ir forjando camadas de independentistas fanatizados y manipulados desde la infancia ante la cesión clamorosa y vergonzante de los poderes del Estado, que durante más de treinta años han mirado para otro lado. Ni la Alta Inspección ni la Inspección Educativa han desarrollado adecuadamente su función evaluadora y de supervisión del sistema educativo, garantizando que se cumplan las leyes en las escuelas catalanas. El reiterado incumplimiento de las sentencias lingüísticas que obligan a que el castellano sea también lengua vehicular en las escuelas sirve de ejemplo.
Tras el golpe de estado catalán, se ha hecho evidente el efecto que produce una educación instrumentalizada y orientada para conseguir adhesiones a los intereses espurios. Todo ello mediante el adoctrinamiento más directo y ramplón, la manipulación de la Historia y de los libros de texto convirtiendo a España en un estado opresor y haciendo invisibles la Constitución y los símbolos nacionales.
El Parlamento ha rechazado recientemente una moción en la que se condenaba el adoctrinamiento en las aulas de esta comunidad, ignorando una realidad que solo los ciegos o los necios no quieren ver y que, si no se ataja, apunta directamente al futuro de la nación española. Pero aquí no pasa nada. Según el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, “No hay ninguna controversia, ningún conflicto con la Educación en Cataluña”.