Francisco Melcón Beltrán
Si antes de que finalice el curso escolar no se ha firmado el insoslayable Acuerdo Sectorial para el profesorado de la enseñanza pública madrileña, tendremos que lamentar el tiempo y el esfuerzo dedicados, y achacarlo a la falta de voluntad política de un Gobierno regional que no habrá sabido ver su trascendencia y conveniencia como condición sine qua non para alcanzar el consenso en otros temas relevantes (Acuerdo Educativo y calendario escolar) para la educación madrileña.
Haber planteado al comienzo de la legislatura en el orden educativo como una prioridad la necesidad de un Acuerdo Educativo en la Comunidad de Madrid, cuando los escolares de esta región se sitúan en los puestos de cabeza en los informes TIMSS y PISA, a la altura de Finlandia y por encima de países como Alemania, Reino Unido, Austria o Francia y como una de las comunidades punteras dentro del mapa nacional, resulta chocante y puede interpretarse como un intento de conseguir la paz educativa en los próximos cuatro años.
A pesar de las concesiones que se hacen a algunos sectores políticos y educativos en el último borrador conocido del Acuerdo Educativo –que incorpora buena parte de su discurso neologsiano– y de los guiños y el protagonismo formal que les son otorgados en el Consejo Escolar y en la propia Consejería, vemos difícil conseguir ese acuerdo, pues estos no van a dar oxígeno al Gobierno regional en la coyuntura actual firmándolo, salvo que se asuman incondicionalmente su filosofía y modelo educativo.
Pensar lo contrario entra dentro de lo posible, pero probablemente se quede en la esfera de los buenos deseos.